Nacido en Tournus en 1874 y muerte en Suiza en 1936, Albert Thibaudet fue un ensayista y crítico literario. Se formó como discípulo del filósofo Henri Bergson (para honrar y difundir a su “maestro” editó en 1923 Le bergsonisme). Se desempeñó como docente en la Universidad de Ginebra y allí fue fundador de la conocida como “Escuela ginebrina de crítica literaria”; dio a conocer muchos de sus ensayos en las páginas de la Nouvelle Revue Francaise. En 1930 publicó su Psicología de la crítica, que de alguna manera suponía un desarrollo del artículo “L’art et le métier de la critique”, dado a conocer en la mencionada revista.
En 1921, en el mismo número en que el director de la Nouvelle Revue Francaisedespués de la guerra, Jacques Riviere, informaba la muerte de Marcel Proust, Thibaudet publicó una de sus ensayos más importantes.
Se trataba de su célebre artículo: “Les trois critiques”. En él establecía una tipología de tres tipos de crítica: la crítica profesional o académica; la crítica espontánea, es decir, lo que hoy podríamos reconocer como crítica periodística; y la crítica realizada por los propios poetas o -por usar la nomenclatura de Antoine Compagnon- crítica de autor. (Una clasificación semejante tentó Jean Starobinski -el miembro más destacado de la “segunda generación de la Escuela de Ginebra”- cuando opuso la crítica-juicio a la crítica-saber.)
En un artículo de 1941, “La crítica de Albert Thibaudet”, (Journal des Débats, París, 23 y 24 de junio de 1941, página 3; recogido en Falsos pasos, Valencia, Pre-Textos, 1977, pp. 307-310, traducción de Ana Aibar Guerra), Michel Blanchot impulsó una particular recuperación de los fundamentos conceptuales de Thibaudet.
Blanchot enfatizó la tarea “inactual” del crítico y, por lo tanto, la proximidad de su quehacer con el del acto creador; allí resaltaba la figura de Thibaudet, en tanto y en cuanto había sabido intuir, con su particular mirada sobre los escritos póstumos de los autores que analizaba, la relación entre literatura y muerte. Lo “importante”, en consecuencia no sería la génesis de una obra, aquello que está antes(su causa) sino los vacíos que ella instaura, los agujeros por donde se meten los lectores y críticos para la realización incesante de nuevos ordenamientos de la significación, una nueva temporalidad, una nueva creación.