jueves, 19 de abril de 2018

Jan Mukarovsky y la Escuela de Praga, según Jarmila Jandová y Emil Volek


“¿Por qué volver a Jan Mukarovsky y a la Escuela de Praga? Y ¿por qué hoy? La primera pregunta nos confronta con la Historia y con sus vicisitudes.

La Escuela de Praga, que tuvo su auge entre los años veinte y cuarenta, fue uno de los avalares más interesantes del desarrollo de la lingüística, la poética, la estética y la teoría de las artes en el siglo XX. El rasgo definitorio de su quehacer fue que en Praga todas estas ciencias -o aspirantes a serlo-, más concretas o más filosóficas, avanzaban en una íntima relación y colaboración de unas con otras, bajo el liderazgo de la nueva lingüística y de la naciente semiótica. Esta simbiosis interdisciplinaria tan amplia que se produjo bajo la égida del Círculo Lingüístico de Praga (1926-1948), no se había dado antes y tampoco se ha logrado repetir después.

Praga fue un eslabón clave entre el Petersburgo formalista, futurista y constructivista de las primeras décadas del siglo, y el París estructuralista y neovanguardista de los años sesenta y setenta. En estas décadas, postrimerías de la Modernidad que recién entonces empezaba a ensayar los primeros ritmos postindustriales, posmodemos, Petersburgo (Leningrado aún) seguía atrayendo la atención del mundo tanto por la potencia inicial e iniciática de la vanguardia rusa, como por la fuerza bruta de la revolución soviética, todavía con ganas de expansión. París (especialmente el grupo en tomo a Roland Barthes) se sentía más en sintonía con la vocinglería infantil, casi dadaísta, pero siempre profética, del primer formalismo ruso.

Praga no tenía lugar en aquel imaginario. Es decir, Praga con excepción de Roman Jakobson, admitido por haber sido maestro de Claude Lévi-Strauss en Nueva York durante los años de guerra, admirado por sus muchos aportes a la lingüística y a la poética, y magnificado por ser el testigo sobreviviente del formalismo y de la vanguardia rusa.

¿Y el resto de Praga? El París estructuralista se empeñó en borrar el recuerdo de esta ciudad centroeuropea, exorcizándolo junto con Franz Kafka y el existencialismo sartreano. El silencio era casi completo. Por ejemplo, hacia el comienzo de los años setenta, en Francia estaba preparada para ir a la imprenta una selección de las obras de Jan Mukarovsky, el otro gran representante de la Escuela de Praga, de su otra vertiente, pero hasta hoy no ha encontrado una editorial en el país galo. El rechazo visceral del proyecto praguense por los parisinos, disimulado por la aceptación de la lingüística jakobsoniana, impactó también a aquellos contextos culturales donde Mukarovsky fue traducido: en los Estados Unidos este gran teórico se quedó limitado, con notables excepciones, al ghetto de los eslavistas; en Alemania, la Escuela de Praga se ganó un modesto reconocimiento como uno de los ‘precursores’ de la Rezeptionsaesthetik de la Escuela de Constanza (Hans Robert Jauss) (…)”

La introducción y notas a la reedición en castellano de las obras de Jan Mukarovsky a cargo Jarmila Jandová y Emil Volek (foto) pueden leerse completas aquí.


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