Georg
Lukács contra la poética formalista y la sociología vulgar
Tomemos una breve -pero
ya clásica- definición vertida por Georg Lukács en “¿Narrar o describir?”, un
ensayo de 1936 (recogido en Problemas del
realismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pp. 171-196), que permite confrontar la perspectiva teórica
del pensador húngaro con textos teóricos anteriormente vistos en las clases.
El párrafo en cuestión
es:
Los
nuevos estilos y las nuevas modalidades de exposición no surgen nunca de una
dialéctica inmanente de las formas artísticas. Aunque arranquen siempre de las
formas y los estilos anteriores. Todo nuevo estilo surge con necesidad
social-histórica de la vida, es el producto necesario de la evolución social.
Sin embargo, el reconocimiento de esta necesidad, de la necesidad del origen de
los estilos artísticos, dista mucho todavía de hacer a estos estilos
artísticamente equivalentes o de igual rango. La necesidad puede también ser
una necesidad hacia lo artísticamente falso, deformado y malo. Así, pues,
convivir y observar constituyen comportamientos socialmente necesarios de los
escritores de dos periodos del capitalismo, y la narración y la descripción son
los dos métodos de exposición fundamentales de estos periodos.
(ob.cit.,
páginas 79 y 80)
La primera oración (“Los
nuevos estilos y las nuevas modalidades de exposición no surgen nunca de una
dialéctica inmanente de las formas artísticas”) es una declaración de
principios antiformalista. Parece haber sido concebida para enfrentar muchas de
las afirmaciones centrales firmadas por Iuri Tinianov y Víctor Sklovsky. No se
puede pensar, dice Lukács, la evolución de las formas desde el interior de la
esfera artística. El motor, la causa del cambio, por lo tanto, es una fuerza
extraartística, exterior a la serie literaria.
La segunda oración (“Aunque
arranquen siempre de las formas y los estilos anteriores”) modaliza
la primera; de algún modo debilita la dominancia de lo “externo” para poner el
foco en el peso de las estructuras formales. Es el reconocimiento de que en la
esfera del arte las innovaciones no surgen de la nada, sino que devienen,
rompen, transfiguran, funden o separan procedimientos ya existentes.
La primera oración
indica el nivel de la esencia, la segunda describe su manifestación.
La tercera oración
supera la atenuación y vuelve sobre lo esencial: “Todo nuevo estilo surge con
necesidad social-histórica de la vida, es el producto necesario de la evolución
social”. Siguiendo esta indicación, el Quijote testimonia un nuevo mundo, un hombre
nuevo, es por lo tanto absolutamente insuficiente y limitado percibir al
personaje de Miguel de Cervantes como un momento de maduración de la técnica
narrativa, la descendencia y desarrollo de los relatos enmarcados.
Ahora bien, lo más
importante del párrafo viene a continuación y se planta más allá de un ajuste
de cuentas con las consideraciones formalistas.
Porque Lukács, como
ocurre en otros momentos de este ensayo, se pronuncia en contra de una suerte
de sociología vulgar, que sería aquella que se limita a subrayar lo obvio, es decir, el carácter social del
arte. De acuerdo con el autor de la Teoría
de la novela, ese es el inicio de la tarea del sociólogo aplicado al
fenómeno artístico (“de la necesidad del origen de los estilos artísticos,
dista mucho todavía de hacer a estos estilos artísticamente equivalentes o de
igual rango”).
Dicho en otros términos
la sociología en la que se debe empeñar el analista es una sociología crítica,
una sociología que juzgue valores y que no muera en el simple esfuerzo de la
descripción.
La sociología del arte
que impulsa toma del marxismo ese filo crítico. La sociología de la literatura
de Lukács es, en el fondo, una estética. Una poética.
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