El capítulo cuarto de Formalismo ruso. Historia y doctrina se
llama “Los años de enfrentamiento y polémica (1916-1920)” y aquí se van a
subrayar algunos de sus aspectos más significativos.
En él, Víctor Erlich
resalta la figura de Víctor Sklovskij (foto). Junto a otros representantes de la
corriente, Sklovskij participa de la colección de artículos publicada en 1916
por la Opojaz bajo el título Estudios
sobre la teoría del lenguaje poético, ensayos que se reeditaron con
agregados y modificaciones hasta 1919. De acuerdo con Erlich, junto a Poesía moderna rusa, de Roman Jakobson,
en esos textos es posible encontrar los rasgos principales del “primer
formalismo”.
En primer lugar un
aspecto estilístico: su carácter de manifiesto, un espíritu polémico y agresivo
hacia las corrientes y autores anteriores. Erlich subraya una frase que bien
sintetiza el carácter bélico de las exposiciones: “La historia literaria
tradicional no es más que un conglomerado inconexo de disciplinas domésticas”,
y careciente de cualquier tipo de metodología ordenadora.
Atacaban el “realismo
psicológico ingenuo”, la insistente y estéril “preocupación por la vida del
autor. Los simbolistas se convirtieron en un blanco sobre el que ejercitar la
puntería. Erlich cita a Boris Ejxembaum:
Lo
que aunó al grupo principal de los formalistas fue el deseo de liberar la
palabra poética de la cadena de las
tendencias filosóficas y religiosas, que habían alcanzado una importancia considerable
en el simbolismo.
En el llamamiento a
“levantarse” contra el dominio de la religión y la metafísica, el formalismo
ruso se alineaba con los preceptos del positivismo. Es decir, se trata de
imponer el “estudio científico” de fenómenos bien delimitados.
Sklovskij se mostró
desde el inicio preocupado por los lenguajes “abstraídos de sentido”, es decir
que insistía en subrayar que en ciertos tipos de discurso hay una “primacía del
sonido sobre el significado”. Dicho en otros términos, la función comunicativa
sólo es una utilización posible del lenguaje, ¿por qué detener toda apreciación
y análisis en ese uso exclusivo? La poesía de los futuristas, de Velemir
Jlebnikov en primer lugar, alimentó con
fuerza sus juicios, se ofrecía como prueba.
Jlebnikov nació
a orillas del mar Caspio en 1885 y murió joven, en 1922. Su poesía poco se
conoce en la Argentina, y esto es así básicamente por las dificultades de la
traducción, obstáculo también insuperable para entender bien los señalamientos
de Sklovskij y Jakobson. De cualquier
modo y de manera ilustrativa se copia a continuación el fragmento inicial de
uno de sus poemas.
El hambre
¿Por
qué saltan por el bosque liebres y venados,
y
se alejan corriendo?
La
gente se ha comido la corteza de los álamos,
de
los abetos los brotes verdes...
Mujeres
y niños recorren el bosque,
las
hojas de abedules van juntando
para
schi, okroshka y borsh 30 ,
copas
de abetos y líquen plateado,
selvático
alimento.
Los
niños, exploradores de la selva,
deambulan
por la espesura,
asan
gusanos blancos en una hoguera,
flores
silvestres, gruesas orugas,
o
grandes arañas, más dulces que las nueces.
Cazan
topos, lagartijas grises,
matan
con flechas culebras sibilantes,
cocinan
panes de atriplex,
y
mira cómo persiguen
mariposas
por el hambre.
Ya
una bolsa entera han juntado.
Hoy
habrá sopa de mariposas,
mamá
la cocinará.
A
una liebre que recorre
el
bosque a saltos leves
la
miran los niños como en sueños,
como
una visión del mundo claro
la
observan embelesados
con
grandes ojos, santos de hambre,
sin
creer que sea cierto. (…)
Lev Jakubinskij, por su
parte, tomó el camino de la lingüística funcional enseñada por Baudouin de
Courtenay; y si los discursos se clasifican en relación al fin que persiguen,
pues entonces se debe distinguir la lengua cotidiana de aquella en la sólo
interesa sus sonidos en tanto tales. En la poesía la sonoridad es experimentada
en sí misma: así, Jakubinskij busco enfatizar la “perceptibilidad” del sonido
en el verso que es fruto de la organización rítmica de los versos.
Jakubinskij puso el
acento en el estudio de las aliteraciones, pero mayor importancia metodológica
tiene su insistencia en el carácter integral del discurso poético. Según lo
sintetiza Erlich:
La
orquestación verbal en poesía, sostenía Brik, no es una simple cuestión de unos
pocos trucos de ‘armonía’ que consiguen sorprender el oído del lector. Lo que
aquí está implicado es toda la trama poética del verso. Rima y aliteración son
únicamente las más perceptibles, las ‘canonizadas’ manifestaciones de ‘leyes
eufónicas básicas’, casos particulares de ‘repetición sonora’ que constituyen
el principio básico de la lengua poética.
La idea de los formalistas de “perceptibilidad
de la construcción verbal” como rasgo definitorio del discurso poético
obviamente se contraponía con cualquier teoría anterior sobre la naturaleza de
la poesía. Allí encuadra el rechazo de Sklovskij de los postulados del
simbolista Alexander Potebnja acerca de la poesía como “pensamiento en
imágenes”, que es ese eje central de “El arte como artificio”. Hay un “cambio
semántico” cuando se salta del uso práctico al uso poético del lenguaje; son
las dimensiones de “otra realidad” donde los objetos habituales se muestran y
comportan de manera “extraña”. La perspectiva oblicua del mundo restituye la
mirada sobre el mundo del chico.
Al contrario del
presupuesto realista, para Sklovskij, como para las vanguardias estéticas, hay
una distorsión creadora en la aprehensión estética del mundo.
Erlich cita a Jakobson:
Si
la historia literaria quiere convertirse en una ciencia debe tomar el recurso
artístico como preocupación única.
El “recurso artístico”,
la técnica, la forma, es (debe ser) el objeto de la ciencia de la literatura,
porque hacia una ciencia hay que dirigirse si se quiere exorcizar ese
conglomerado inconexo, intuitivo y caprichoso que ha reinado en los
acercamientos al fenómeno del arte.
Y hay un Jakobson
todavía más categórico:
Incriminar
al poeta de ideas y sentimientos (‘expresados’ en su obra) es tan absurdo como
la conducta del público medieval que apaleaba al actor que había interpretado
el papel de Judas.
Son las afirmaciones de
un formalismo radical, que para juzgar al arte quita importancia también a las consideraciones
sociales e ideológicas. Un crítico de los formalistas, Pavel Medvedev, reflexionó
que sería injusto juzgar la importancia de la corriente de los formalistas
rusos por estas “exageradas” afirmaciones de juventud.
De acuerdo con lo
expuesto por Boris Ejxenbaum (foto) en Teoría
del método formalista, publicado en 1925:
En
los años de enfrentamiento y polémicas con tales tradiciones (ideológicas y
eclécticas), los formalistas concentraron todos sus esfuerzos para demostrar la
importancia capital de los recursos constructivos, a la vez que relegaban todo
lo demás a segundo plano… Muchas de las tesis expuestas por los formalistas en
los años de sañuda lucha con nuestros adversarios, no eran tanto principios
científicos como eslóganes llevados hasta la paradoja con fines
propagandísticos.
En la sección segunda
de “Los años de enfrentamiento y polémica (1916-1920)” Erlich sostiene que no
se puede emparentar sin más la corriente formalista con la Revolución Rusa. Si
se puede establecer un vínculo en los términos del cataclismo que la revolución
trajo consigo y la rediscusión del papel de los intelectuales y los fundamentos
de la vida cultural.
Desde el punto de vista
de las adscripciones individuales hubo formalistas que tuvieron definiciones
fuertes en favor del bolchevismo, otros más bien se mostraron indiferentes y
hubo quienes oscilaron en sus simpatías.
El debate sobre la
“cultura proletaria” alcanzó una centralidad que fue corriendo las
preocupaciones formalistas hacia un costado. Los marxistas-constructivistas y
su reflexión sobre la técnica se acercaba al pensamiento formalista, algo que
no ocurría con la posición marxista mayoritaria que acentuaba las
consideraciones históricas e ideológicas para analizar el arte. De acuerdo con
Erlich esta última ponía el acento en una concepción del fenómeno literario y
estético como forma de conocimiento.
De cualquier modo la
teoría marxista sobre estética convivió con la escuela formalista en el primer
período de la revolución, y se fue apagando hasta desaparecer en los años de
imposición del dogma estalinista.
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