Ficha de trabajo número
5
Los llamados “decadentes”,
es cierto, han consagrado parte de sus cuidadosa los prestigios de la forma;
mas no se han quedado solamente en el mundo de la Grecia, tan caro a las
escuelas académicas, por lo que tiene de limitado, de lineal y de comprensivo.
Han buscado por todas partes las manifestaciones profundas del alma universal;
han visto en el Oriente un mundo de extrañas iniciaciones; han encontrado en el
Norte una vasta región de sueños y misterios; han reconocido y proclamado la
inmanencia y totalidad del Arte; han quitado todas las trabas que pudiesen
encontrar las alas de la psique; han aspirado a la consecución de una fórmula
definitiva y a la vida inmortal y triunfante de las Obras.
Jamás, desde los
tiempos en que florecieron las grandes obras místicas, ha tenido el alma un
número mayor de sacerdotes y soldados; jamás ha habido tanta sed de Dios, tanto
deseo de penetrar en lo incognoscible y arcano, como estos tiempos en que han
aparecido, mensajeros de una alta victoria, adoradores de un supremo ideal, los
artistas que han sido apellidados decadentes.
A ellos se debe el
actual triunfo de la Leyenda, por la cual se iluminan olvidadas visiones de
Poesía; a ellos los santos ímpetus haca la Fe y las defensas y diques delante
de los tanteos peligrosos de la tiranía científica; a Wagner, el inmaterial
florecimiento del éxtasis artístico y la más honda comprensión de la Misa; a Verlaine, el Católico, los más admirables
himnos litúrgicos; a Baudelaire, las decoraciones incógnitas del pecado,
iluminadas por el “rayo nuevo” de su lírica visionaria; a Mallarmé, raras sensaciones
de la vida inmaterial y asibles velos del ropaje del ensueño. ¿Quién más que
Poe y sus seguidores han penetrado en la noche de la muerte? ¿Quién como León
Bloy ha entrevisto el formidable y apocalíptico enigma de la Prostitución?...
Ese eterno femenino que
con la omnipotencia de sus manifestaciones domina el ser humano, es el que
surge de continuo delante de los ojos del artista, y ello es lo hace afirmar a
críticos como el clergyman del que me
ocupo que el arte decadente no tiene pupilas ni orejas sino para los colores y
sonidos de la sensualidad. ¿Adónde dirigir la mirada sin encontrar el influjo de
las Evas y las Venus? ¿En dónde no hallará el hombre, hecho de carne y de
dolor, los ojos rojos de la serpiente misteriosa? Por ello los grandes artistas
fuertes y delicados, a un mismo tiempo padecen la indestructible obsesión, pues
todo grande artista es un solitario en su Tebaida o en su cenobio, y a los
solitarios tienden la fuerzas invisibles y desconocidas, ya el demonio tentador
o el daimon divino.
(Rubén Darío, “Defensa
de los ‘decadentes’”, en Revista de
América, número 2, 1894)
1-El clergyman con quien polemiza el poeta
nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) es el escritor inglés Richard Le Galliene.
Reponga brevemente cuáles eran los principales argumentos de Le Galliene contra los "decadentes", según se puede
deducir de la defensa escrita por el autor de las Prosas profanas.
2-Detalle ahora los
principales argumentos que esgrime Rubén Darío en contestación.
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