martes, 17 de marzo de 2020

Fragmento primero de una imaginaria clase inicial (mientras el coro aúlico canta: ¡El virus corona no pasará!)


Acerca de la pretendida existencia de la teoría literaria

En el comienzo de su ensayo Introducción a la teoría literaria (México, Fondo de Cultura Económica, 1988), que busca ofrecer una suerte de balance crítico del desarrollo de esta disciplina a lo largo del siglo veinte, el inglés Terry Eagleton escribió: “En caso de que exista algo que pueda denominarse teoría literaria…”. La frase es simple, curiosa y obliga a ensayar alguna reflexión al respecto puesto que conduce de inmediato a formular la pregunta: ¿existe la teoría literaria? De inmediato, y un poco más extensivamente, si la respuesta es positiva quedaría por mensurar la importancia o no de dicha disciplina.

La primera observación es que no siempre ha existido la fórmula “teoría literaria”; por el contrario su acuñamiento, según coinciden las más tradicionales historias sobre los estudios literarios, es de inicios del siglo veinte y su fortalecimiento y expansión  posterior a la Segunda Guerra Mundial. Así, por ejemplo, para citar algunos hitos notables, el ruso Boris Thomashevsky dio a conocer su Teoría de la literatura (poética) en 1925; los estadounidenses -el primero de ellos oriundo de Checoslovaquia- René Wellek y Austin Warren publicaron en 1949 el célebre volumen Teoría literaria, cuya versión castellana se dio a conocer a mediados de los sesenta; sobre fines de esa misma década se distribuyó en el mundo de habla hispana la muy influyente Teoría de la literatura de los formalistas rusos compilada por el estructuralista búlgaro-francés Tzvetan Todorov, que se había dado a conocer originalmente en Europa en .

La cita completa de Eagleton dice:

En caso de que exista algo que pueda denominarse teoría literaria, resulta obvio que hay  una cosa que se denomina literatura sobre la cual teoriza. Consiguientemente podemos principiar planteando la cuestión ¿qué es literatura? Varias veces se ha intentado definir la literatura…

Se trata de un comienzo clásico, y es así debido a que de inmediato convoca una problemática por demás conocida para los especialistas del área, aunque no por conocida deja de ser menos necesaria su explicitación. Se trata de un problema epistemológico que se desenvuelve más o menos en estos términos casi desde fines del siglo diecinueve, cuando, acompañando el prestigioso ascenso de la biología como testimonio de las cumbres que había alcanzado el conocimiento humano rigurosamente fundamentado,  la corriente positivista estableció que no podía existir ciencia sin tener un objeto de estudio claramente delimitado. El efecto más evidente de dicha fórmula se puede constatar en los fundamentos que Ferdinand de Saussure despliega en su Curso de lingüística general, publicado en 1916.

Así, para que la teoría literaria pueda ser concebida como una rama fundamentada de conocimiento debería partir claramente de un “objeto”, requisito para que pueda cimentarse un análisis metódico y la enunciación de leyes y de criterios de validación de sus enunciados, como cualquier otra disciplina. Sin embargo, y en este punto el desarrollo inicial el libro de Eagleton también revisa un tópico recurrente: la imposibilidad de contestar de una vez y para siempre la interrogación acerca de qué es esa cosa llamada literatura.

Ahora bien la particular naturaleza del fenómeno literario hace que la respuesta a la pregunta precipite un desfile de infinitas variaciones y acercamientos que atraviesan las épocas y las sociedades. Si se pretende la ortodoxia -algo que a esta altura ya suena más a capricho antes que a pretensión válida- difícilmente puede otorgarse a la “teoría”, la “crítica” y el “análisis” literarios los certificados que garanticen la cientificidad de sus quehaceres.



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