jueves, 26 de marzo de 2020

Apostillas a la segunda clase teórica


En la clase inicial les pedimos que leyeran “Casa tomada” de Julio Cortázar -un relato originalmente publicado en la revista Los Anales de Buenos Aires, editada por Jorge Luis Borges en 1946, y recogido luego en Bestiario, en 1951- mientras que en las apostillas a esa primera clase reflexionamos sobre las categorías que se ponen en juego en toda lectura. La idea central que se busca transmitir es que el sentido -si se quiere, la “interpretación”- no deviene de la simple atención que se le dedica a un texto, sino que un ejercicio tal, de un modo u otro, consciente o inconscientemente, está “guiado” por esquemas de diferente naturaleza.

Por ejemplo, basta con que se presente a “Casa tomada” como un cuento para que el lector adecue sus expectativas a una cierta forma. Del mismo modo cuando nos enteramos de quién es su autor, del cual ya se sabe que es una de las grandes figuras de la literatura argentina contemporánea, que su literatura suele mostrar juegos experimentales, novedades formales, etcétera. También se sabe que “Casa tomada” cuenta con el aval institucional de pertenecer al plan oficial de estudio de las escuelas medias (con el auspicio del Ministerio de Educación se encuentra en http://planlectura.educ.ar/); en fin, un “clásico” nacional. Este conjunto de elementos que no forma parte de la letra del relato, y que tampoco puede resumirse a lo que se denomina paratexto, sin embargo “completa” a la obra en lo que hace a su valor y sentido.

El cuento en sí puede ser encuadrado en los términos del “fantástico cotidiano”, una característica de estilo que suele ser subrayado en relación, sobre todo, a los primeros cuentos cortazarianos. Incluso podría abrirse un debate acerca de si se trata o no de un cuento fantástico, en tanto y en cuanto la situación planteada dejaría abierto el punto sobre si los hechos ocurridos son de naturaleza sobrenatural o no, y pertenecen más bien a la psicología de  los personajes.

Hay una bibliografía amplia que subraya esta apreciación. Por ejemplo, Noé Jitrik tempranamente subrayó que una característica de la literatura rioplatense es la rica vertiente fantástica (Horacio Quiroga, Felisberto Hernández, Adolfo Bioy Casares, Jorge Luis Borges), y dentro de ella el dato particular de la escritura cortazariana es que en ella lo fantástico “irrumpe desde el interior” (“Notas sobre la ‘zona sagrada’ y el mundo de los otros en Bestiario de Julio Cortázar, en AA VV, La vuelta a Cortázar en nueve ensayos. Buenos Aires, Carlos Pérez Editor, 1968).

Hay una interpretación ya canónica de este cuento que podríamos adjetivar como de tinte sociológico, que ve en él una alegoría acerca de los sentimientos que en  las clases sociales medias y altas de la Argentina produjo la irrupción de las masas trabajadoras en la época del peronismo histórico. El temor por la creciente pérdida de privilegios.

“Casa tomada” comienza así:

Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.

El nosotros se extiende a una genealogía “patricia”, en una representación de estereotipo casi sin estilización de las oligarquías criollas:

No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba la plata de los campos y el dinero aumentaba.

Y se repite también de manera recurrente una mirada hermenéutica de raíz psicoanalítica, que pone en el centro una (sugerida) relación incestuosa entre hermanos.

Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos,

dice el relato. Y un poco después:

Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.

Un elemento clave de esta interpretación, pero no solo de ella, es la relativa impasibilidad, la resignación con la que los personajes aceptan su creciente pérdida y terminan abandonando su hogar, como si aceptaran estar pagando culpas (en contra de la “versión” de criaturas llenas de miedo que recurrentemente algunas representaciones en dibujos e historietas han tentado -cfr. ilustración de la izquierda-):

–Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado la parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
–¿Estás seguro?
Asentí.
–Entonces –dijo recogiendo las agujas– tendremos que vivir en este lado.

¿Cuál es la lectura correcta, la interpretación “verdadera”? Por supuesto que se trata de interrogaciones que no solamente no se pueden contestar, sino que el simple hecho de su planteamiento es impertinente. En su propia naturaleza el arte y la literatura escapan a tal tipo de precisiones.

La teoría de la literatura, finalmente, percibe a las lecturas (sobre todo, a las lecturas críticas fuertes, aquellas que se imponen: un texto es la historia de sus lecturas) como operaciones de sentido. Selección de elementos, relaciones, “otorgamiento” de significados que enhebran, con mayor o menor talento y fuerza persuasiva, instauran interpretaciones.

De acuerdo con Susan Sontag:

Así pues, la interpretación no es (corno la mayoría de las personas presume) un valor absoluto, un gesto de la mente situado en algún dominio intemporal de las capacidades humanas. La interpretación debe ser a su vez evaluada, dentro de una concepción histórica de la conciencia humana. En determinados contextos culturales, la interpretación es un acto liberador. Es un medio de revisar, de transvaluar, de evadir el pasado fenecido. En otros contextos culturales es reaccionaria, impertinente, cobarde, asfixiante.

(Contra la interpretación y otros ensayos [1966], Barcelona, Seix Barral, 1984, traducción de Horacio Vázquez Rial, página 19)

Para cerrar dejamos la Ficha de trabajo número uno, donde se reproduce una interesante reflexión de Julio Cortázar sobre el cuento y se suman algunos ejercicios para resolver.



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