martes, 9 de junio de 2020

Apostillas a la décimotercera clase teórica


Georg Lukács contra la poética formalista y la sociología vulgar

Tomemos una breve -pero ya clásica- definición vertida por Georg Lukács en “¿Narrar o describir?”, un ensayo de 1936 (recogido en Problemas del realismo, México, Fondo de Cultura Económica, 1966, pp. 171-196),  que permite confrontar la perspectiva teórica del pensador húngaro con textos teóricos anteriormente vistos en las clases.

El párrafo en cuestión es:

Los nuevos estilos y las nuevas modalidades de exposición no surgen nunca de una dialéctica inmanente de las formas artísticas. Aunque arranquen siempre de las formas y los estilos anteriores. Todo nuevo estilo surge con necesidad social-histórica de la vida, es el producto necesario de la evolución social. Sin embargo, el reconocimiento de esta necesidad, de la necesidad del origen de los estilos artísticos, dista mucho todavía de hacer a estos estilos artísticamente equivalentes o de igual rango. La necesidad puede también ser una necesidad hacia lo artísticamente falso, deformado y malo. Así, pues, convivir y observar constituyen comportamientos socialmente necesarios de los escritores de dos periodos del capitalismo, y la narración y la descripción son los dos métodos de exposición fundamentales de estos periodos.

(ob.cit., páginas 79 y 80)

La primera oración (“Los nuevos estilos y las nuevas modalidades de exposición no surgen nunca de una dialéctica inmanente de las formas artísticas”) es una declaración de principios antiformalista. Parece haber sido concebida para enfrentar muchas de las afirmaciones centrales firmadas por Iuri Tinianov y Víctor Sklovsky. No se puede pensar, dice Lukács, la evolución de las formas desde el interior de la esfera artística. El motor, la causa del cambio, por lo tanto, es una fuerza extraartística, exterior a la serie literaria.

La segunda oración (“Aunque arranquen siempre de las formas y los estilos anteriores”) modaliza la primera; de algún modo debilita la dominancia de lo “externo” para poner el foco en el peso de las estructuras formales. Es el reconocimiento de que en la esfera del arte las innovaciones no surgen de la nada, sino que devienen, rompen, transfiguran, funden o separan procedimientos ya existentes.

La primera oración indica el nivel de la esencia, la segunda describe su manifestación.

La tercera oración supera la atenuación y vuelve sobre lo esencial: “Todo nuevo estilo surge con necesidad social-histórica de la vida, es el producto necesario de la evolución social”. Siguiendo esta indicación, el Quijote testimonia un nuevo mundo, un hombre nuevo, es por lo tanto absolutamente insuficiente y limitado percibir al personaje de Miguel de Cervantes como un momento de maduración de la técnica narrativa, la descendencia y desarrollo de los relatos enmarcados.

Ahora bien, lo más importante del párrafo viene a continuación y se planta más allá de un ajuste de cuentas con las consideraciones formalistas.

Porque Lukács, como ocurre en otros momentos de este ensayo, se pronuncia en contra de una suerte de sociología vulgar, que sería aquella que se limita a subrayar  lo obvio, es decir, el carácter social del arte. De acuerdo con el autor de la Teoría de la novela, ese es el inicio de la tarea del sociólogo aplicado al fenómeno artístico (“de la necesidad del origen de los estilos artísticos, dista mucho todavía de hacer a estos estilos artísticamente equivalentes o de igual rango”).

Dicho en otros términos la sociología en la que se debe empeñar el analista es una sociología crítica, una sociología que juzgue valores y que no muera en el simple esfuerzo de la descripción.

La sociología del arte que impulsa toma del marxismo ese filo crítico. La sociología de la literatura de Lukács es, en el fondo, una estética. Una poética.



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