miércoles, 6 de mayo de 2020

Apostillas a la octava clase teórica


El Círculo Lingüístico de Praga

Las famosas “Tesis de 1929” de la escuela lingüística de Praga fueron rápidamente llevadas a la lengua francesa (Travaux du Cercle Linguistique de Prague), y ésa fue la versión  que finalmente sería traducida al castellano: Círculo lingüístico de Praga. Tesis de 1929, Madrid, Alberto Corazón, “Comunicación. Serie B”, 1970, traducción y bibliografía de María Inés Chamorro.
De acuerdo con la breve contextualización histórica con que la editorial presenta su versión en lengua española:

El Círculo Lingüístico de Praga fue fundado en 1926 por iniciativa de Vilém Mathesius (foto de la izquierda), con la finalidad de reunirse y presentar comunicaciones para su discusión. Intervinieron numerosos lingüistas, entre los que se encontraban: B. Havránek, J. Mukarovsky, B. Trnka, J. Vachek y M. Weingart. Pero también otros no checos, como el holandés A. W. de Groot, el alemán K. Bühler, el yugoeslavo A. Belic, el inglés D. Jones, los franceses L. Bruo, L. Terniere, J. Vendryes, E. Benveniste y A. Martinet. Mas la aportación más significativa fue la de tres lingüistas rusos: S. Karcevskij, R. Jakobson y N. S. Trubetzkoy. Su primera actuación pública fue en el Congreso Internacional de La Haya el año 1928, pero es al año siguiente cuando en el primer Congreso de Filólogos Eslavos van a presentar las nuevas tesis que se convertirán en la base del desarrollo de la lingüística y la moderna crítica literaria.

Basta -además de consignar la casi natural correlación de las fechas- observar en la lista el nombre y el apellido de Roman Jakobson para deducir la descendencia de la denominada “Escuela de Praga” con respecto al Círculo de Lingüística de Moscú, la Opoiaz y el formalismo ruso en general.

De con Jakobson el Círculo de Lingüística de Praga se alimentaba conceptualmente de trabajos elaborados individualmente por cada uno de sus miembros, pero que luego eran leídos críticamente y “editados” para su presentación en los encuentros y congresos por el propio Jakobson, Mukarovsky y Mathesius, entre los principales. Los escritos del grupo se agruparon en varios volúmenes; el último, el número ocho, vio la luz en 1939, de manera clandestina frente a la presencia nazi.

En el plano de la lingüística los especialistas señalan que los aportes de la Escuela de Praga se alimentan de los escritos de Ferdinand de Saussure y de los formalistas rusos, aunque lo hacen desde una perspectiva más amplia, en busca de una mayor rigurosidad epistemológica, tarea que traza el puente hacia el estructuralismo de las décadas posteriores. Por eso suele se suele encontrar en los manuales la denominación “estructuralismo checo”.

La primera de la tesis refiere a la necesidad metodológica que considerar a la lengua como un “sistema funcional”, que según se juzga es una tarea pendiente y a la vez un punto de partida imprescindible para el estudio de las lenguas eslavas. Siguiendo la tradición saussureana se subraya la necesidad de la perspectiva sincrónica para la delimitación correcta de tal sistema. Pero el punto b -que se denomina “Tareas del método sincrónico. Sus relaciones con el método diacrónico- se puede leer:

Por otro lado, la descripción sincrónica no puede excluir absolutamente la noción de evolución, porque incluso en un sector considerado sincrónicamente existe la conciencia del estadio en vías de desaparición, del estadio presente y del que se está formando; los elementos estilísticos concebidos como arcaísmos, y en segundo lugar, la distinción entre formas productivas y no productivas, son hechos diacrónicos que no se pueden eliminar de la lingüística sincrónica.

Es decir que la pretensión es la eliminación de la famosa y bien productiva antinomia propuesta por el Curso de lingüística general. Si observa con detenimiento es posible determinar que la sincronía pierde su pureza y envuelve a la diacronía, el movimiento está inscripto en los genes del sistema capturado el enfoque sincrónico. La dicotomía fue útil a comienzos del siglo veinte, cuando para fundar una verdadera ciencia se necesitaba ajustar cuentas con los filólogos historicistas, pero ya no, la batalla fue ganada y ahora se trata de seguir hundiendo la pala para ganar profundidad y rigor.

En el artículo fechado en 1928 que firman Jakobson junto a Iuri Tinianov llamado “Problemas de los estudios literarios y lingüísticos” y que diversos comentaristas una suerte de testamento de la escuela formalista, se puede leer en u punto cuatro:

4. Tanto para la lingüística como para la historia literaria la oposición neta entre el aspecto sincrónico (estático) y el diacrónico fue una hipótesis de trabajo fecunda puesto que mostraba al carácter sistemático de la lengua (o de la literatura) en cada período particular de la vida. Las adquisiciones de la concepción sincrónica nos obligan a reexaminar hoy los principios de la diacronía. A su vez, la ciencia sincrónica ha reelaborado la noción de aglomeración mecánica de los fenómenos que la ciencia sincrónica remplazó por la noción de sistema, de estructura. La historia del sistema es a su vez un sistema. El sincronismo puro se presenta ahora corno una ilusión: cada sistema sincrónico contiene su pasado y su porvenir como elementos estructurales inseparables del sistema (Por un lado. el arcaísmo como hecho de estilo: el conjunto lingüístico y literario se siente como una lengua muerta, pasada de moda. Por otro, las nuevas tendencias en la lengua y en la literatura, que aparecen como innovaciones del sistema).

Como puede verse las ideas son las mismas y hasta la forma: Tinianov y Jakobson “cierran” el pensamiento del formalismo ruso sobre un breve número de “tesis”.

Vale la pena señalar que cuando traduzca el Curso de lingüística general al castellano, en 1945 y para la editorial Losada, en su extenso prólogo el filólogo hispano-argentino Amado Alonso atacará aquella que él denomina la equivocada “base positivista” sobre la que se apoyaba Saussure. Ese positivismo se  expresa concretamente en el simplificador y pobre método de las dicotomías, argumenta Alonso, y a continuación critica dos ordenamientos. En primer lugar, el clásico lengua y habla: la “opción” por la lengua seca todo la expresividad, toda  energía creadora propia del fenómeno lingüístico; pero el apartado más extenso y de ejemplos es el que destina a dinamitar la dicotomía sincronía/diacronía, y lo hace siguiendo los postulados praguenses, a quienes Alonso conoce y cita. Es decir, que se trata de una revisión de la tradición saussureana que, avanzado en siglo, ya se ha convertido en un eje enriquecedor de la comunidad de los investigadores lingüísticos.

Volviendo a las “Tesis de 1919”, se deben  distinguir entre los debates lingüísticos aquellos que se orientan hacia la cuestión literaria. El punto tres -“Problemas de investigación en torno a las lenguas de diversas funciones”- llama a su ítem segundo “Sobre la lengua literaria” y al siguiente “Sobre la lengua poética”. En esta entrada se lee:

1. Es preciso elaborar los principios de descripción sincrónica de la lengua poética, evitando el error, cometido frecuentemente, que consiste en identificar la lengua de la poesía con la de la comunicación. El lenguaje poético tiene, desde el punto de vista sincrónico, la forma de la palabra, es decir, un acto creador individual que, por un lado, adquiere valor en función de la tradición poética actual (lengua poética), y, por otro, de la lengua comunicativa contemporánea. Las relaciones recíprocas del lenguaje poético con estos dos sistemas lingüísticos son extremadamente complejas y variadas y pueden ser examinadas desde el punto de vista tanto diacrónico como sincrónico. Una propiedad específica del lenguaje poético es acentuar un elemento de conflicto y de deformación, cuyo carácter, tendencia y grado son diversos. Así, por ejemplo, un acercamiento de la palabra poética hacia la lengua de comunicación más condicionado por la oposición a la tradición poética existente: las mismas relaciones recíprocas de la palabra poética y de la lengua de comunicación, en cierto período, son a veces muy claras, mientras que en otros períodos, por así decir, ni siquiera sentidas.

Se puede ver en la cita de qué manera, en primer lugar, se retoma la preocupación de Víctor Sklovsky: la diferencia entre lengua cotidiana y lengua poética, y el error conceptual y de método que supone confundir una y otra. Aunque, de una manera más general, la respuesta de los praguenses es en realidad más parecida, por ejemplo, a la apreciación de Boris Arvatov y los productivistas: la distinción no puede ser tan “radical” porque se trata de una cualidad funcional, no ontológica. Así, avanzada la cita el que se asoma es Iuri Tinianov: en el desenvolvimiento evolutivo la relación entre lengua literaria y lengua comunicacional es dinámica, dialéctica.

A continuación las tesis insisten en la necesidad de estudiar las obras literarias a partir de la consideración pormenorizada de los diferentes niveles que la constituyen (fonológico, morfológico, sintáctico, semántico). Se puede advertir en dicha insistencia la “presión” del modelo lingüístico y los renovadores aportes de Trubetzkoy.

De origen noble, Nikolái Trubetzkoy nació en Moscú en 1890 y murió en 1938. En la ciudad de Viena se desempañaba como profesor de filología hasta que las autoridades nazis lo echaron; falleció poco después sin llegar a ver editado sus Principios de fonología, que salió de la imprenta en 1939. Las ideas vertidas en su obra mayor habían comenzado a agitar su imaginación unas décadas antes, cuando a comienzos de la década del veinte se dsempeñaba como docente en Sofía y el intercambio de correspondencia con Roman Jakobson se convirtió en una de sus tareas más habituales y placenteras.

El despedazamiento del plano del significante en unidades mínimas que se organizan en un sistema de diferencias a partir de sus rasgos distintivos, según la enseñanza de Trubetzkoy, consigue llevar a la lingüística a su nivel de mayor formalización, y brinda un modelo general para los estudios estructuralistas. De igual modo ocurre con la consideración de los hechos gramaticales de acuerdo con su ordenamiento en diversos niveles relativamente autónomos; una autonomía que, extensivamente, vuelve posible su consideración con el rigor de la ciencia.

De cualquier modo, las tesis enfatizan que el aspecto más dificultoso del trabajo radica en la integración de esos niveles, una tarea compleja que, en el caso de la literatura, ofrece todavía más dificultades para resolver.

Las tesis finales se enfocan en la naturaleza particular de las lenguas eslavas y el modo en que el investigador que las “enfrenta” debe desempeñarse en los diversos niveles de la descripción y el análisis.

De acuerdo al balance que ofrecen Jarmila Jandová y Emil Volek el paradigma de una lingüística en desarrollo fue importante, pero no exclusivo:

La Escuela de Praga, que tuvo su auge entre los años veinte y cuarenta, fue uno de los avatares más interesantes del desarrollo de la lingüística, la poética, la estética y la teoría de las artes en el siglo XX. El rasgo definitorio de su quehacer fue que en Praga todas estas ciencias -o aspirantes a serlo-, más concretas o más filosóficas, avanzaban en una íntima relación y colaboración de unas con otras, bajo el liderazgo de la nueva lingüística y de la naciente semiótica.

Esta simbiosis interdisciplinaria tan amplia que se produjo bajo la égida del Círculo Lingüístico de Praga (1926-1948), no se había dado antes y tampoco se ha logrado repetir después.

(Jan Mukarovsky, Signo, función y valor. Estética y semiótica del arte, edición, introducción y traducción de Jarmila Jandová y Emil Volek, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, Universidad de los Andes, Plaza y Janés editores, 2000).

Los autores sostienen que Praga fue un eslabón clave entre el Petersburgo formalista, futurista y constructivista de las primeras décadas del siglo, y el París estructuralista y neovanguardista de los años sesenta y setenta. Afirman que

(…) en estas décadas, postrimerías de la Modernidad que recién entonces empezaba a ensayar los primeros ritmos postindustriales, posmodemos, Petersburgo (Leningrado aún) seguía atrayendo la atención del mundo tanto por la potencia inicial e iniciática de la vanguardia rusa, como por la fuerza bruta de la revolución soviética, todavía con ganas de expansión. París (especialmente el grupo en tomo a Roland Barthes) se sentía más en sintonía con la vocinglería infantil, casi dadaísta, pero siempre profética, del primer formalismo ruso.

La atracción de los jóvenes estructuralistas y posestructuralistas  por las vanguardias estéticas explica, según Volek y Jandová, que el Círculo lingüístico de Praga y sus miembros durante un buen período fueran desestimados. Sólo se habría salvado de la indiferencia Roman Jakobson, reconocido por haber sido maestro de Claude Lévi-Strauss en Nueva York durante los años de guerra, y admirado por sus muchos aportes a la lingüística y a la poética, y por ser el testigo sobreviviente del formalismo y de la vanguardia rusa.

Jandová y Volek afirman que Mukarovsky no tuvo la misma fortuna que Jakobson hasta que   
 
en Alemania, la Escuela de Praga se ganó un modesto reconocimiento como uno de los ‘precursores’ de la Rezeptionsaesthetik de la Escuela de Constanza (Hans Robert Jauss, Wolfgang Iser).

Podrían agregarse a la “estética de la recepción” otras perspectivas, críticas del formalismo ruso, que ponen los énfasis en la comunicación -desde los ensayos de los miembros del “Círculo de Mijal Bajtín” hasta las teorías de los discurso sociales-, y que encontraron en los conceptos centrales de Mukarovsky una referencia importante.

Jan Mukarovsky y Mijaíl M. Bajtín, cada uno desde postulados y principios distintos, defienden la historicidad y la naturaleza social del fenómeno artístico, el peso ético que convierte el artefacto es-tético en objeto. Mukarovsky llega a esto por medio de la toma de conciencia sobre la naturaleza semiótica del arte, es decir, siguiendo un camino, esencialmente estructuralista, mientras Bajtín reconoce desde el principio la naturaleza socio-estética del objeto literario, y señala la necesidad de estudiar la literatura en tanto objeto ético-estético,

escribió Chistina Karageorgou Bastea acercando a estos dos autores (“La obra de arte para Jan Mukarovsky y Mijaíl M. Bajtín”, en ConNotas. Revista de Crítica y Teoría Literarias, IV, 6-7, México, Universidad de Sonora, 2006, pp. 9-28).

El debate sobre la autonomía de la esfera literaria, la problemática de la relación entre arte y sociedad –obligatoria y recíproca, desde cierta perspectiva, secundaria y estorbosa, desde otra–, la polémica en cuanto al predominio de la esfera social sobre la estética y vice-versa, son cuestiones que toman la forma de un diálogo vehemente entre estructuralismo y sociología. En algún punto del camino, la semiótica viene a vincular las dos tendencias analíticas, mostrando el valor de código socio-representacional del arte.


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