sábado, 23 de mayo de 2020

Ficha de trabajo número 5


Ficha de trabajo número 5

Los llamados “decadentes”, es cierto, han consagrado parte de sus cuidadosa los prestigios de la forma; mas no se han quedado solamente en el mundo de la Grecia, tan caro a las escuelas académicas, por lo que tiene de limitado, de lineal y de comprensivo. Han buscado por todas partes las manifestaciones profundas del alma universal; han visto en el Oriente un mundo de extrañas iniciaciones; han encontrado en el Norte una vasta región de sueños y misterios; han reconocido y proclamado la inmanencia y totalidad del Arte; han quitado todas las trabas que pudiesen encontrar las alas de la psique; han aspirado a la consecución de una fórmula definitiva y a la vida inmortal y triunfante de las Obras.

Jamás, desde los tiempos en que florecieron las grandes obras místicas, ha tenido el alma un número mayor de sacerdotes y soldados; jamás ha habido tanta sed de Dios, tanto deseo de penetrar en lo incognoscible y arcano, como estos tiempos en que han aparecido, mensajeros de una alta victoria, adoradores de un supremo ideal, los artistas que han sido apellidados decadentes.

A ellos se debe el actual triunfo de la Leyenda, por la cual se iluminan olvidadas visiones de Poesía; a ellos los santos ímpetus haca la Fe y las defensas y diques delante de los tanteos peligrosos de la tiranía científica; a Wagner, el inmaterial florecimiento del éxtasis artístico y la más honda comprensión de la Misa;  a Verlaine, el Católico, los más admirables himnos litúrgicos; a Baudelaire, las decoraciones incógnitas del pecado, iluminadas por el “rayo nuevo” de su lírica visionaria; a Mallarmé, raras sensaciones de la vida inmaterial y asibles velos del ropaje del ensueño. ¿Quién más que Poe y sus seguidores han penetrado en la noche de la muerte? ¿Quién como León Bloy ha entrevisto el formidable y apocalíptico enigma de la Prostitución?...

Ese eterno femenino que con la omnipotencia de sus manifestaciones domina el ser humano, es el que surge de continuo delante de los ojos del artista, y ello es lo hace afirmar a críticos como el clergyman del que me ocupo que el arte decadente no tiene pupilas ni orejas sino para los colores y sonidos de la sensualidad. ¿Adónde dirigir la mirada sin encontrar el influjo de las Evas y las Venus? ¿En dónde no hallará el hombre, hecho de carne y de dolor, los ojos rojos de la serpiente misteriosa? Por ello los grandes artistas fuertes y delicados, a un mismo tiempo padecen la indestructible obsesión, pues todo grande artista es un solitario en su Tebaida o en su cenobio, y a los solitarios tienden la fuerzas invisibles y desconocidas, ya el demonio tentador o  el daimon divino.

(Rubén Darío, “Defensa de los ‘decadentes’”, en Revista de América, número 2, 1894)

1-El clergyman con quien polemiza el poeta nicaragüense Rubén Darío (1867-1916) es el escritor inglés Richard Le Galliene. Reponga brevemente cuáles eran los principales argumentos de Le Galliene contra los "decadentes", según se puede deducir de la defensa escrita por el autor de las Prosas profanas.

2-Detalle ahora los principales argumentos que esgrime Rubén Darío en contestación.


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